martes, 31 de mayo de 2016
LA VEJEZ: UNA TERAPIA DE FAMILIA
Nos llega a la consulta una demanda bastante habitual de algún familiar cercano: Mi madre/ mi abuela, está “deprimida”, ya no está como es ella…no tiene ganas ni ilusión por nada….hemos ido al médico y nos dice que no tiene ninguna enfermedad, nos ha remitido al psiquiatra y está dándole antidepresivos, pero no mejora…
Detrás de esta demanda, está la preocupación de un entorno que se siente impotente ante la tristeza o la desgana de un ser querido, sin ver motivos aparentes para este cambio.
Cuando escuchas la historia de vida de esta mujer, descubres una vida de esfuerzo y trabajo dedicada a los demás. A veces por el contexto social e histórico de esta generación en nuestro país, empezó a una edad muy temprana, robándole parte de la infancia, luego vino el matrimonio, la dedicación a los hijos y hoy en día esa dedicación se puede alargar en el tiempo, con la responsabilidad y el cuidado de lxs nietxs.
Mujeres que no tuvieron oportunidad de hacer algo por y para ellas, donde el placer quedó relegado por la obligación. Para todas ellas la vejez les supone abandonar el rol que la vida les adjudicó, aquello por lo que fueron reconocidas, porque su cuerpo simplemente ya no se lo permite. Presionadas por un entorno que lo vive como algo preocupante y por sus propias creencias de servicio a los demás.
Elaborar el duelo necesario para ellas y para su entorno, de la mujer que fueron, para recibir la que es ahora. Esa es parte de la tarea que tenemos lxs terapeutas de familia. Tarea que permita a la familia, ir sustituyendo la preocupación por el acompañamiento, a una mujer que se pueda permitir ser y sentir diferente.
Ahora son ellas las que necesitan de los demás, ahora es el momento de devolverles el amor y la comprensión con la que nos cuidaron, de sentirse escuchadas y no empujadas, respetadas en su estar, porque ellas también están haciendo su duelo.
Aceptar la vejez en nuestrxs progenitorxs nos pone delante de nuestro propio envejecer. De dejar de ser hijxs al cuidado de otrxs, para madurar en la evolución y ser responsables únicos de nosotrxs mismxs y ahora también de esa persona en la que nos cobijábamos y que ahora nos necesita, no olvidando que cuidarlas no es infantilizarlas, que ellas saben y por tanto no hay nada más y nada menos que estar a su lado.
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